domingo, 29 de julio de 2007

LA PRINCESA DE LOS CENDALES TRANSPARENTES



I
Invadida de Muerte

La calma comienza a envolver su conciencia, poco a poco la adormece y la va sumiendo en una especie de maravilloso y eterno sopor; Las verdades salen a la luz, los labios de sangre las pronuncian con delicadeza, los ojos de miel lanzan estados inexistentes, la voz del cantautor se congela en el instante previo a esta resurrección de criatura enjaulada.
Desde la angostura abandonada emerge, cual tímido ciervo, una doncella sin brazos, sin piel, sin dolor al que aferrarse, sin realidad a la que atribuir la agonía de su existir; Brota cual capullo sin espinas, inocente y delirante. Socialmente aceptable, pero que luego se fusiona a la maldad de este mundo negro y sin forma, a la perversidad que duerme en los corazones humanos.
Junto a ella, nace la tristeza y la muerte, los sueños acabados del lobo solitario, pobre animal condenado a vagar en el silencio de la indiferencia.
Bosque y aves nocturnas, trinos que irradian voluntad de cambios; Heredera de los pecados escondidos, avasalladoramente perpetua, propugnando la debilidad de unas cuantas bestias que se revuelcan en aquellos jirones, los que resultan ser su memoria, su infancia y sus pocos deseos cumplidos.
Velos que se agitan, como las lágrimas que nunca volverán, como los besos que surgieron de su boca de carmín, recibidos por el dragón concupiscente de sus febriles ilusiones. Los pies presurosos corriendo sobre piedras que responden al secreto llamado de su locura, a la abstracción del extraño significado de sus actitudes rimbaldianas.
La brutalidad que surge de los árboles, del agua que circula por el río de la frialdad masculina, las risas en sus oídos, “¡Tanto agobio! ¡Tantos ruidos en mi cabeza!” grita oprimiéndose las sienes con unos dedos bañados de rojo, se arranca los cabellos, se clava las uñas en sus mejillas, se burla de si misma, se compadece por su condición de pétalo envenenado.
La náyade permanece de pie, oscilando, con las manos hacia delante como un hipnotizador; Comienza a avanzar, trastabillando, con el único fin de agarrar un poco de tranquilidad, un poco de serenidad celeste, esa que flota en su alrededor.
“Cuántas estrellas dispuestas a jugar conmigo, esta noche…” susurra levantando sus melancólicas pupilas hacia un firmamento que nunca la reconocerá como su hija.

II

Pensamientos en Ebullición

Clara y firme, la sílfide distorsionada, recoge sus cabellos en un moño descuidado, algunos de ellos, los más rebeldes, vuelan con el viento, se infiltran en el tiempo; Un tiempo que sin mucha premura, la llama “ángel de los muertos”. Imposible de describir sus emociones, sus miradas y reacciones, con la edad y la sangre todo parece más indeleble.
Un simple ir y venir de las cosas marchitas, de la escopeta de un duro cazador que le arrebato sus ansias de ser amada, ¿Quién moriría por cogerla y hacerla suya? ¿Quién se atrevería a batallar con su insania y su pasión?
Un trovador caminando un día por estos lados, la vio, y deseo tenerla, segundos más tarde, los 2, doncella y trovador, enredados en un abrazo se entregaron mutuamente, y con un solo beso de los labios del juglar, ella, quedó hechizada.
Y esperando con sus cabellos oscuros bañados por la dorada luz del hijo del día, por la pálida fosforescencia emitida desde los rincones nocturnos; Aguardó, ella, la de los cendales temblorosos, impaciente a que regresará el tiempo con su caballero desconocido. Pero éste nunca apareció, y es así como la locura embargó su pequeña alma de pajarillo.
Como si no logrará desprenderse de aquel recuerdo, sus ojos y sus labios siguen en la búsqueda del hidalgo que una tarde estival, le robó su esencia tímida de aquel cuerpo que no le pertenece.

III
La Flor de la Carne

Ruidos que llegan a su cabeza, le obligan a dejar ese valle de tristeza, que le ha carcomido el alma por meses, por años impuros y detestables.
Por un paisaje alicaído, repleto de espinas a un lado del camino, como dando tiempo a que pieles infecundas las pisen, se desgarren con ellas, que el enterrarse esos preciosos vástagos de perdón les signifique sombra, resurge esa princesita que años atrás estaba hecha de miel, y ahora vuelve cubierta de inmundicia y sangre, polvo y dolor.
Su mirar esta vacío, en ellos ni siquiera existe ¡la Nada! Del negro abismo de la indiferencia se transmite un eco irrisorio, venido tal vez de otras épocas; Se ondea como surco de agua que circula en los irreconocibles fragmentos de lo que solían llamar cariño.
Caída sobre si misma, derrama vidas y oscuros pasares que eran una sucesión de su persona.
Caída sobre si misma, rememora, pasajes, escenas inconexas, materiales que en un tiempo creyó valiosos, materiales a los que ella llamaba hombres…
Toda locura tiene su precio
Todo recuerdo posee un significado


IV
Aquel Rincón que nos Sonríe…

Mística dama de las rosas marchitas, que visitas día tras día este derruido sepulcro.
Te echas los cabellos hacia atrás y tus lágrimas se exponen ante todo, tu piel que no desea reconocer la huella de estos años solitarios se surca de experiencia y sacrificios, todos ellos provocados por y hacia una hija ingrata, una hija que no dudó ni un segundo en usar el puñal del olvido, como tú misma le has nombrado “un alma en pena”, porque ya lo era antes de que su esencia dejará ese cuerpo, estaba enferma y tú no parecías darte cuenta hasta ahora, ¡hasta estos momentos en que la añoras con nostálgico sufrimiento!.
“Señora, no merezco su ironía, deje a sus ojos secarse en paz, yo ya le he descartado de sus obligaciones para conmigo, ya me he marchado, seguramente a un lugar mejor, en donde no sienta las punzantes situaciones de las que me ha tocado sobrevivir… No se ría de mí, no lloré más por esta desgraciada que ya eligió su camino.”
Todo pecado debe ser perdonado
Más aún el pecado del suicidio…

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