Ella estaba capturada en un paraíso que no era el propio y la luz se le iba entre tantas grietas de su corazón.
Ella
se perdía en instantes pálidos, golpeando sus sueños contra las extrañas
paredes de una habitación en donde la lluvia la cubría por fragmentos.
Ella
explosionaba en las plumas de su rojo frenesí, volaba en las melodías de un
azul infinito, se movía invisible y cortaba violetas en un jardín fantasmal.
Ella cantaba al desamor y su
voz era como los gritos de la luna que nunca quiso cobijarla del todo.
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